EL
DÍA QUE TE CONVIERTES EN DISTINTA
Por María José Gómez Alvite
Este es un artículo que
fue escrito pensando en todas esas personas que padeciendo enfermedades como
SQM, electrohipersensibilidad, síndrome de fatiga crónica, etc. tienen que
hacer frente a la fuerte incomprensión social, estigmatización, desvalorización
e incluso marginación por el solo hecho de padecer una enfermedad del siglo
XXI.
Naces en un país de la
Europa occidental, en el seno de una familia más o menos normal, puede que
desde pequeño tengas que lidiar con algún problema familiar, que, tal vez, en
la adolescencia lo veas como insoportable, o tal vez tengas una infancia
privilegiada.
Te preparas para la vida,
bien sea con unos estudios, una formación profesional, o incluso, comienzas a
trabajar nada más finalizada la enseñanza obligatoria.
Empiezas tu vida laboral
con gran ilusión y dando lo mejor de ti mismo o misma. Te esfuerzas por aprender,
por mejorar y por superarte. Si te encuentras con alguna traba ésta se
convierte en un nuevo reto y aliciente.
Te sientes realizado /-a,
eres capaz de llevar un sueldo a casa, eres capaz de sostenerte a ti misma, en
no ser una carga para tu familia. ERES CAPAZ.
Vas conociendo diferentes personas en tu vida
en sociedad.
Es posible que alguna/-s de ella/-s se conviertan en tu pareja/-s, simplemente es una opción más.
Es posible que alguna/-s de ella/-s se conviertan en tu pareja/-s, simplemente es una opción más.
Desde la más tierna
infancia y aún genéticamente te han ido preparando para asumir unas
responsabilidades y así lo haces.
Empiezas a granjearte tu seguridad
futura y actual. Y así, buscas
satisfacer aquellas necesidades básicas de independencia y bienestar como son:
-poder pagarte una casa en
la que disponer tus pertenencias sea en propiedad o alquilada.
-poder cubrir tus
necesidades básicas de alimento y vestimenta con un mínimo de decencia.
-poder pagar tus cuotas de
protección social, llamémosle en España Seguridad Social, por si llegas a la
vejez y necesitas del subsidio o por si surge antes algún accidente o enfermedad.
Tu deseo y máxima esperanza
es no enfermarte. De hecho, cuando eres joven y comienzas tu vida laboral lo
ves como algo tan remoto pero ¿y si surge?.
Pues claro que puede surgir, mientras tenemos vida somos susceptibles de padecer una enfermedad.
Pues claro que puede surgir, mientras tenemos vida somos susceptibles de padecer una enfermedad.
Y las hay más o menos
incapacitantes, y las hay más o menos graves, y las hay más o menos llevaderas… Pero hasta
el momento, y salvo aquellas que son provocadas por vicios y excesos, no
podemos escoger las que nos van a afectar. Y aunque en este momento estemos muy
sanos no sabemos cómo vamos a estar, simplemente, en un par de años. Aunque
parezca imposible.
Aunque algunos piensen que
quizás hemos comprado un boleto o nos haya tocado la enfermedad en una tómbola,
la realidad es bien distinta: te enfermas y no escoges tu enfermedad. Te toca
la que te toca.
Y ahí radica el problema:
en España en la actualidad es muy diferente que padezcas cualquiera de las
enfermedades llamadas del siglo XXI, emergentes y/o ambientales a que padezcas
una de las enfermedades tradicionales estudiadas en las facultades de medicina
y de las que revierten intereses en diferentes puntos de la estructura social.
Si has tenido la mala
suerte de estar afectado por una de las primeras, reitero, estás en un
problema.
Desde el mismo momento en
que ciertas personas cuestionan o afirman cuestionar hacia la galería su
existencia desde una cátedra (y ellos saben muy bien la razón de por qué lo
hacen) puedes imaginar todo lo que te espera en la vida real:
·
una familia que no entiende lo que te está
pasando y dado que es tan difícil ponerte en el lugar del otro, es posible que
minimice tus padecimientos, los obvie o lo que es peor, los desmienta;
causándote así un fuerte sufrimiento personal que en lugar de ayudar a
sobrellevar con entereza tu enfermedad te debilita psicológicamente.
Y
si ya tenías una serie de problemas físicos es posible que comiences con un
estrés traumático o algún tipo de afectación psicológica secundaria a tus
padecimientos y falta de ayuda.
·
unos amigos que no se dan cuenta de la
razón por la que te has vuelto “rarito” o “rarita”. Simplemente ya no puedes
gozar de los placeres que en el pasado os unían. Y si a esa falta de disfrute
se suma la falta de comprensión, de nuevo te encuentras que esta ausencia de
empatía agrava más tu situación de partida.
·
una sociedad que no es receptiva a lo desconocido,
donde se duda y se enjuicia todo lo que
no nos es propio, no nos pertenece o lo desconocemos.
Esa desconfianza, por supuesto, que tampoco es favorable para un enfermo cuya primera necesidad es la comprensión, y genera más malestar, si cabe.
Esa desconfianza, por supuesto, que tampoco es favorable para un enfermo cuya primera necesidad es la comprensión, y genera más malestar, si cabe.
·
cierta clase médica (y aquí hago la
salvedad de todos aquellos que desde el anonimato o públicamente están luchando
para que los enfermos de dolencias propias del siglo XXI tengamos la misma
calidad de vida que el resto de los pacientes) que desconoce o más bien,
simplemente, no le preocupa nuestra enfermedad, entretenida en desinformarse
con estudios tendenciosos costeados por determinados entes no independientes.
·
unas políticas sanitarias y sociales
preocupadas por el voto de la mayoría y de invisibilizar todo lo que pueda
resultar incómodo a través de la negación y la ocultación, llegando a crear
situaciones tan inverosímiles y tan de dictadura como permitirse dar consejos
en documentos públicos a los magistrados de que no consideren este tipo de
enfermedades.
·
una justicia hereditaria de todos los
eslabones anteriores, en la que, y de nuevo, salvando aquellos casos de jueces
y magistrados que no se dejan llevar por la corriente, procura adaptarse a lo
socialmente esperado.
La falta de apoyo familiar,
de los amigos, de cierta clase médica y legal es aprovechada por x sectores muy
concretos (que ellos mismos se pondrán nombre y que todos tenemos en mente),
para el abuso institucionalizado, e incluso, amparado por alguna ley traída al
caso forzadamente por similitud.
***
Estamos en la sociedad hipócrita en la que tendrás que sobrellevar tu
enfermedad dignamente, sociedad que se dolerá de tí si vas con una pierna
escayolada (situación que generalmente es reversible en un tiempo más o menos
corto y que en principio no tendría ni porque dejarte secuelas), pero sociedad
que buscará tu hundimiento físico, psicológico, social, e incluso si no eres lo
fuerte suficiente, tu desaparición, si padeces una de las enfermedades que
interesa no conocer. Sirva de homenaje este artículo a todos y todas aquellas
que se quitaron la vida al no poder afrontar la presión a la que nos someten
cada día.
Es muy importante que los enfermos de tales dolencias nos visibilicemos y
expresemos públicamente nuestro malestar con el trato que se nos está dando y
con las políticas sociales y sanitarias, que nos están dañando y conculcando
nuestros derechos sociales más básicos.
Nuestra unión es la única fuerza capaz de derribar las barreras y de hacer
sonrojar a tantos.