HA MUERTO OTRA PALMERA EN EL DESIERTO
In memoria de todas las compañeras que hemos visto partir en este año 2020
Una noticia trivial: “Ha muerto otra palmera en el desierto”. ¿Y a quién le importa una palmera más o una palmera menos? Total, hay un montón… alguna se tiene que morir.
En fin, desgraciadamente la palmera tiene nombre y apellidos, tiene familia, tiene sentimientos. Sufrió y sufrió mucho la desgana de la sociedad, la superficialidad del mundo en el que le tocó vivir, el maltrato de las instituciones, el abandono del sistema, la falta de empatía de los conocidos, la desidia de los compañeros, la carencia de afecto de sus amigos y aún la incomprensión de su familia.
“No va conmigo”, “no es mi problema”, “yo no tengo la culpa”, “ya tengo bastante con lo mío”, “allá cada uno”, “si es una quejicas”, “es una enferma psicológica”, “yo aplico los baremos”, “yo me ciño a la ley”… todas expresiones que disculpan la inactividad y la ineficacia. Lo fácil es pasar. Lo difícil es implicarse, hacer algo, ir a contracorriente, servir de referente a los demás, ponerse en el ojo de mira e incluso dar pie a que te cuestionen. Si además estas muertes por falta de cuidados y de atención por parte de los sistemas sanitario y social por más que sean homicidios, gozan de impunidad.
Total, una enferma menos de una de las enfermedades invisibles, como son la SQM, la EHS, la EM/SFC… es como una palmera menos en el desierto. Y un problema menos. Así que su muerte hasta es ventajosa para el sistema y a nadie se le encausa por ello. Los tres poderes de un estado democrático son aquí cómplices: no se legisla con leyes que protejan, no se ejecutan políticas de protección y no se juzga la desatención.
A nadie se le ocurre contar el número de palmeras que hay en todo un desierto, en sus distintos oasis. Y mucho menos si una desaparece. Esto mismo ocurre con cada enferma de SQM … que muere debido al agravamiento de su enfermedad y a la incapacidad de unos sistemas mal llamados de bienestar social, por hacer nada al respecto.
Son ya muchos los artículos en los que he reflexionado sobre la desigualdad de derechos que sufren los enfermos de SQM, de EHS y de otras enfermedades ambientales respecto de otros enfermos.
¿Dónde están nuestras unidades específicas de atención?
¿Dónde están nuestros espacios libres de químicos en los hospitales?
¿Alguien pensó en nosotros?
¿Por qué se sigue intentando confundir nuestra enfermedad con lo psicológico y lo psiquiátrico? ¿Qué intereses hay en ello?
¿Por qué los distintos gobiernos títeres siguen a la merced de las grandes compañías petroquímicas y tecnológicas y no protegen a los ciudadanos?
¿Por qué en nuestros países supuestamente democráticos sigue fluyendo el dinero cara a paraísos fiscales?
La paciente de SQM fallecida que me inspiró a escribir este artículo era una médico. Sabemos que los médicos afectados por SQM en España sobrepasan ya el centenar. ¿Dónde están sus compañeros apoyando?, ¿Dónde están dando la cara? Alguno sí lo hay, cada vez más, pero es triste y lamentable la estigmatización que conlleva esta enfermedad.
¿Por qué somos tan poc@s l@s valientes que reconocemos que padecemos SQM o EHS o similares?
¡Dejemos de ser palmeras anónimas en el desierto! Seamos nosotros mismos. Soy María José Gómez Alvite y tengo SQM, EHS, EM/SFC, FM… ¿Nunca han oído hablar de ellas? Pues es muy probable que a este ritmo pronto tenga algún afectado en su familia.
¿Está usted libre de pecado? Tire la primera piedra.